La teoría es sencilla,
ya me la sé, pero ...
Hace poco leía que Eckhar Tolle, en una conferencia que había dado en Barcelona,
había hecho un comentario muy interesante en referencia a este tema.
Decía que estos predicadores son personas que han aprendido las teorías
y los conceptos igual que se podrían haber aprendido un mapa y la ruta de un viaje,
registrarlo en la memoria y contarlo a todo el mundo, pero
NO LLEVARLO A CABO NUNCA.
Se dedican sólo a palabrear, a decir sin hacer, sin llevarlo a su propia vida,
como si fueran actores de un papel en cualquier tipo de obra de teatro.
Les oyes y te recuerdan cualquier lectura de un libro de AUTO-ayuda.
En ocasiones están bien. Son mensajes necesarios.
Aunque pienso que para eso ya se escribió El Principito.
Desde que Exupéry lo dejó por escrito no se ha vuelto a escribir nada nuevo.
Es la repetición de lo mismo.
También los dijeron otros no tan contemporáneos como Buda, Cristo, Mahoma,
o los mismos dioses Toltecas.
Aún así, me apunto a la defensa de la repetición de estos mensajes.
A la evangelización. A ir trasladándolo de generación en generación.
A decirlos de otra forma. A personalizarlos. A ponerles nuevos disfraces.
A llevarlos al mundo del deporte o de la empresa. A pregonarlos en la familia.
Lluís Amiguet dice que
“ las grandes verdades son eternas,
pero suenan a nuevas cada vez que las oímos
porque las olvidamos cada día”.
Cierto que al olvidar tan pronto está muy bien tener que recordarlo. Cada día.
¿Pero es suficiente?
Lo que está realmente mucho mejor, la verdadera ayuda,
es la que te hace que pases
DE LA IDEA A LA ACCIÓN,
PONERLO EN PRÁCTICA
Esto es lo que te hace ser.
Y lo que te ayuda a cambiar.
Las enseñanzas empiezan a ser válidas cuando se llevan a la práctica.
Aprender sin hacer no es aprender.
“Jamás se ha emborrachado nadie
a base de comprender intelectualmente
la palabra vino”,
nos recuerda Anthony de Mello.
Todos sabemos que no es bueno no ser perseverante, o postergar, o apagar el deseo,
el no arriesgarnos cuando es necesario, el tener una visión de la realidad negativa,
o no perseguir los sueños, o no vivir el “aquí y ahora”, o no librarnos el apego, ...
De la misma forma que sabemos que no es muy bueno no hacer nada de ejercicio,
o fumar, o poner la espalda recta al sentarnos en una silla, ...
Pero, ¿lo hacemos?
¿O nos dejamos llevar por la inercia?
Esta es la idea: saber sí,
...¿pero hacer?
¿Cómo cambiar una actitud?
Y lo más difícil,
¿cómo cambiar un hábito?
¿Dónde radica el secreto?
Probablemente en que no existe ningún secreto, ninguna receta mágica.
Se trata de llevarlo a la acción.
El verdadero secreto está en la acción;
¡reside en ti!
Requiere de esfuerzo, ya lo sé...
Y de esfuerzo repetido en el tiempo, que es mucho más difícil, también lo sé...
Y de no querer el premio de forma instantánea; sí así es ...
¿Cuándo vamos a empezar a enseñar esto a nuestros niños?
¿Cuándo va a formar parte troncal en la enseñanza más básica de nuestro país?
No piensas que es un remedio a tener en cuanta en la
basicoterapia
más necesaria.
No basta sólo con leer libros o artículos,
con escuchar a los nuevos profetas del nuevo siglo,
o con ir predicándolo por ahí en cualquier medio virtual o real;
más bien lo que hay que hacer es esforzarnos en llevarlo al nuestro hacer cotidiano.
Si lo piensas todo está en los libros,
menos una cosa:
el poder de la acción,
del hacer,
esto sólo está en ti