El sol es un círculo, complejo, inexacto, lleno de energía.
La luna también es un círculo, aunque no siempre muestre todo su esplendor.
La vida no es una secuencia, es un círculo.
Y como la luna y el sol, la vida es inexacta, está llena de energía y no siempre se muestra en todo su esplendor.

La historia, las religiones, la filosofía, las matemáticas, la física, ... veneran el poder del círculo.
Platón creía que el alma era un círculo.
Las gigantescas criaturas esculturales prehistóricas de Stonehenge en Inglaterra forman un círculo.
Y el famoso laberinto de la catedral de Chartres, en Francia, es un círculo.
Los mandalas espirituales de oriente son pinturas circulares.
Los budistas peregrinos que visitan el monte Kailas lo rodean formando un gran círculo.
Igual hacen los musulmanes cuando peregrinan al Kabah de la Meca.
Los sioux enseñaban que el poder del mundo siempre opera en círculos.
Por eso, sus comidas, celebraciones, sus reuniones familiares, sus ritos, eran siempre en círculo.
También sus casas tenían una base circular, como los iglú de los esquimales, o los molinos de viento.
Nos sentamos alrededor del fuego en forma de círculo. Y bailamos girando en las hogueras circularmente.
En las películas de Disney a la existencia terrenal se le denomina “el círculo de la vida”.
Las aves hacen sus nidos en forma de círculo.
Las estaciones se mueven en modo circular porque el tiempo es circular.
La tierra es un círculo en sí misma.




Todo vuelve a su origen.
Todo nace y muere, cerrando el círculo.
Es necesario saber cuando se acaba una etapa de la vida.
Insistir en mantener vivo lo que ya ha muerto es morir con ello. 
Cuando algo muere nos toca cerrar el círculo. Querer extenderlo pierde el sentido.
Todo está formado de etapas que acaban cerrando su círculo. Se clausuran. 

Y lo mejor, cada vez que abrimos un nuevo círculo, que algo nuevo llega a nuestra vida,
nos podemos conceder el permiso de que sea superior al anterior, 
como si de una espiral de círculos se tratase. 

El nuevo, o los nuevos círculos, son innovadores. Nacen de lo aprendido.
Se nutren del  nuevo conocimiento. Desarrollan el talento.
Nos hacen crecer. Nos expanden. Nos mueven hacia adelante. Nos hacen avanzar.
Nos hacen mejores. Nos permiten re-nacer.

Jung le llamaba la  circunvalación  de la vida.
Refiriéndose al “yo” auténtico. Ese que se mueve de menos a más.
Ascendiendo en una especie de espiral creciente de aprendizaje a la que llamamos madurez.

Vivir en presente, entendiendo el sentido del círculo, es un gran secreto.
Es borrar lo que sobre.
Apagar la luz del pasado que ya no ilumina,
y que si decidiéramos mantener encendida nos  deslumbraría.
Es aprender a cerrar para desde ahí abrir, y saltar así a un espacio superior.
Es no vivir añorando el pasado.
Ni complacientes con el presente.
Ni con miedos de futuro.
Es centrar tu energía en los círculos que siguen vivos.
Ahí vive la pasión. Ahí crece el amor. Ahí surge la fuerza de la ilusión renovada.

La vida gira en modo espiral, cerrando unos círculos y abriendo otros,
pero siempre hacía adelante. No tiene vuelta atrás.
Ya no eres el mismo que fuiste ayer.
Vives en los círculos de hoy. En los que has elegido. O en los que han elegido por ti.
Y con tus círculos de hoy construyes tu mañana.

Completando el círculo de la vida, llega el re-nacimiento, nos decía Leonardo Da Vinci.




El círculo más apasionante que quiero para mi vida es

el círculo del gusto

Quiero que viva y se mantenga sin completar hasta la muerte.
Que sea ella quien lo cierre. Y que nunca yo antes me atreva a cerrarlo.
Que la vida le haga crecer en cada instante.
Que su diámetro esté en continuo aumento.

En nuestro diccionario encontramos dos significados para el uso de la palabra “gusto”.
Uno referido a la facultad sensorial para determinar un sabor; el sentido del gusto.
Otro, al que me refiero, la facultad mental para discernir o apreciar los eventos que llegan a nuestra vida,
por el gozo que nos producen.

El círculo del gusto es el círculo del placer por lo cotidiano.
En este círculo vive nuestra capacidad de gozar placenteramente de lo más sencillo.
Es el placer en sí mismo.
El sentido de la vida por el mismo hecho de estar vivo.
Es el círculo que nos hace olvidar el prejuicio.
El que nos da rienda suelta a la curiosidad. A probar lo nuevo. A vivir lo diferente.
A saborear la vida, sacarle su jugo a cada instante.

Es el círculo que nos mueve por el camino del atrevimiento.
El que nos ayuda a emprender.
Y es el círculo que nos enseña la más mágica de las lecciones:
que estamos vivos.
Que tenemos todo por hacer. Que la vida nace en cada instante.

Es el círculo que nos centra en lo básico.
Nos deja centrarnos en lo que de verdad vale la pena.
Vive en el calor de un abrazo, en la mirada divertida, en la siesta con mantita, en la copa de vino,
en la canción repetida, en la llama de la chimenea, en el blanco de sus ojos, en la luz de su boca, ...

Este círculo es un círculo hedonista. Evita el dolor.
Es el círculo que se vive si estás vivo.
El que nos pregunta a gritos, a modo de enseñanza, que si sabemos que todo es un círculo,

¿por qué no permitirnos sacar 
el mayor partido posible 
al círculo del gusto?

Disfruta de tu círculo del gusto.
Hazlo crecer.
Muévelo en sentido espirar sin dejar que se cierre,

...y que te aproveche!