Hans Christian Andersen escribió un cuento llamado
"El Ruiseñor Sueco".

En él, contaba la historia de un rey a quién le gustaba mucho el canto de un ruiseñor.
Al anochecer, el rey abría la ventana, un ruiseñor se posaba en el alféizar y cantaba para él.
También al amanecer, ... y por la tarde.
Esos momentos le suscitaban una gran alegría.

Un día, otro rey amigo, de un reino cercano, sabiendo lo que le gustaba el canto del pajarito,
y como regalo, le mandó un ruiseñor automático.
Lo cual encantó al rey.
"¡Vaya, que buen regalo!", ...penso.
"Ahora ya no tengo que esperar que el otro venga tres veces al día, 
lo tengo todo el tiempo para mi. Lo único que debo hacer es darle cuerda y ya está".

Así que el rey dejó de abrir la ventana y el ruiseñor dejó de ir.

El rey estaba entusiasmado con aquel pájaro mecánico.
Cantaba a su voluntad, cualquier hora del día.
Tenía adornos de oro, y colgantes de diamantes.
El rey le hacía cantar cuando se le antojaba y el artefacto siempre obedecía.
Cada vez le hacía sonar más y más tiempo.
Hasta que un día, el ruiseñor mecánico se estropeó.
Se lo llevaron a los artesanos más hábiles del reino para que lo arreglaran,
más ninguno puedo arreglar aquel mecanismo.

El rey estaba triste.
Al poco tiempo enfermó.
Deseaba con todas sus fuerzas que el ruiseñor cantase para él.
Postrado en su cama nada le consolaba.
Sin la música del ruiseñor, sólo encontraba en el ambiente,
el silencio que tanto miedo le daba. Del que huía.

Un día el rey ordenó a sus soldados que fuesen a buscar al ruiseñor del bosque,
el que siempre antaño cantó para él. Pero no lo encontraron.

Una noche, cuando palacio ya estaba bajo un silencio atronador,
el rey abrió la ventana para coger un poco de aire, y miró hacia el bosque.
En ese momento gritó con todas sus fuerzas:

"Ruiseñor, ¡ven! Por favor, ¡ven!
Se que hice mal cambiando tu canto natural por el canto de un artefacto enlatado.
Ven, y canta para mi. Eres libre, podrás irte y volver cuando quieras, 
lo cual hará tu canto todavía más hermoso, por libre.
Ten compasión de mi.
Tú no estás a mi disposición sino yo a la tuya".

Esa misma noche, el ruiseñor bajo a la ventana y empezó a cantar.
El rey no cabía en si mismo de lo contento que estaba.
"Gracias por venir", le dijo el rey.
"Gracias por abrir la ventana", respondió el ruiseñor.

El rey comprendió dos grandes lecciones:
que por encima de cualquier máquina siempre estará la naturaleza viva,
que el canto de la máquina, aún grabado del ruiseñor real,  no podrá jamás sustituir al auténtico.
También comprendió que era el propio rey el que dependía del ruiseñor,
de su proveedor de música y canto, y no al revés.
Como en tantas otras cosas, esto no era una cuestión de títulos nobiliarios,
ni de posiciones en palacio.

Tan sólo quería compartir un antiguo cuento, Nattergalen, escrito en 1843,
para quien quiera extraer de él las metáforas que puedan ser trasladadas
a la realidad de nuestros reinos actuales.

Otro aprendizaje de este cuento, en mi opinión también para no olvidar,
la resumo en una frase que el filósofo griego Epicteto
escribió en el año 55 en Hierápolis de Frigia.
Y que decía:

"Su suspiras por tu hijo,
tu amigo o tu pareja, 
cuando no puedes tenerlos contigo,
debes saber 
que es como desear un higo en invierno"

¡Todo dicho!