Lo que es, es.

Lo que se pretende ser y no se es, no se llegará a ser.

Lo que parece no siempre es lo que es. Ya lo sabíamos...

Y quien vive para parecer, o no es, o nunca lo será, o lo deja de ser.


Vivimos épocas donde cobra sobreimportancia, a mi modo de ver, 

el tema de la marca personal.

No por el concepto o la denominación en sí misma,

sino por el modo en el que nos aproximamos a ello,

especialmente detrás del escaparate público de las redes sociales.

Engañosas. Insufribles.

En las que encontramos ilusiones vendidas

que para nada están respaldadas por el talento que se necesita.

Mucho bluf de bluf.

Y no es por las redes sociales en si mismas, 

sino por el uso que hacemos de ellas.


Y se confunde algo que, en mi modesta opinión, es inconfundible:

marca personal sostenida de aire y de vacío, 

con reputación por conocimientos y talento

y con carisma.

Que diferente la marca personal cuando se alimenta y sostiene 

de buen contenido, de buen talento, de reputación, de carisma, 

a cuando se apoya en el humo.


Que diferencia cuando la marca personal 

está basada en creatividad, imaginación, revolución, renovación, ...

a cuando está basada en copia y pega.


El auténtico carisma,

(llámale marca personal si quieres),

aflora sin necesidad de palabras.

Ni de bailecitos en Tik Toc.

O fotitos sugerentes de Instagram.


Hay personas tan carismáticas que las demás

se sienten atraídas por ellas de manera natural.

La verdadera marca personal se alimenta del 

QUEHACER COTIDIANO.


Es sólo una opinión....