Un experto zapatero fabricaba unos fantásticos zapatos, 

los mejores que uno pueda imaginar.

Pero había nacido en un país donde las personas nacían sin pies.

Es el destino, ...se dijo.

Pero este zapatero no se amilanó. 

Aprovechó todos sus conocimientos y empezó a crear guantes de piel

con sus métodos tan especiales en el manejo de la piel,

puso al servicio de su producto, los guantes, 

el saber hacer  que tenía como experto en zapatos.

Fabricó los mejores guantes que podamos usar. 

Entendió lo que significaba el libre albedrío: la capacidad de elegir no pararse, 

de no conformarse con lo que el destino le trajo.


Conciliemos los opuestos.

El destino es lo que nos viene dado: 

un cuerpo de una determinada forma, una genética concreta,

nacer en este o ese otro país, vivir en esta o en esa otra familia, 

tener una herencia o no tenerla, 

...en suma, lo existencial.


Pero en esta vida, que nos propone y regala nuestro destino, 

nosotros tenemos la capacidad enorme de ELEGIR.

De tomar decisiones.

En la corriente del río de la vida, uno puede elegir bucear, o nadar en la superficie,

decantarse por una orilla o por otra. 

Dejarse llevar por la aguas o nadar a contracorriente.


Es muy cierto que en nuestra vida cuentan mucho las circunstancias externas,

algunas de ellas incontrolables por nosotros, incambiables, ...,

que debemos aceptar.

Ahora bien, a pesar de esas circunstancias, 

en la medida que uno se conoce y trabaja a sí mismo, 

y se libera de las ataduras de su mente,

encuentra un espacio de plenitud, 

a través de la contemplación, de la elección, y de la acción,

haciendo que se pueda renovar la propia vida cada día.

Recrear lo recibido nos hace mejores.


Y para ello, 


EQUILIBRIO

PACIENCIA

CONSISTENCIA


Y desde ahí podremos mover parte de nuestro destino.