Hoy,
pretendo compartir contigo 
un poco más de mí,
haciendo mención a lo que verdaderamente me gusta,
que se resume en una sola palabra, 
y que en modo verbal sería

¡VIVIR!

A mí me gusta oler a mi gato,
y mirar las flores de mi terraza,
sentarme en el suelo, 
maravillarme con la esponjosidad de las nubes,
que vuelan cerca, y a su vez tan lejos.
Me gusta que el sol 
me acaricie la cara,
y que la luna ilumine mi cuerpo por las noches, 
sin usar un pijama.

Me gustan las conversaciones 
a cualquier hora del día.
Ver a mi padre sonreír, 
y a mi madre reírse a carcajadas de él.
Me gusta la luz de las personas auténticas,
cuando desnudan su alma, 
y cuando bajan la guardia 
expresando lo que sienten de verdad.

Me gusta que no me pesen las prisas, 
porque me hace sufrir el peso 
de la exigencia innecesaria.
Me mata lo urgente, 
sobretodo si no es importante.
Me gusta reducirle la marcha
al latido de mi corazón, 
... y me gusta meditar.

Me gusta escucharme, desde dentro, 
poniendo en tela de juicio a mi mente,
que, a veces, quiere engañarme,
llevándome a su verdad,
alejándome de la realidad, ...y de mis deseos.

Me gusta mirar a mi alrededor, contemplar. 
Y ajustar mis tiempos.
Observar a las personas 
y ver que viven en movimientos
con muchos compases desajustados. 
En desequilibrio.
Por ello, yo trato de vivir equilibrando 
mis emociones, mis pensamientos, mi ser.

No quiero ser de las personas que 
piensan la vida.
Quiero ser de las que la viven. 

Me gusta vivir sin carreras, pero sin pararme.
Sin corazas. A pecho descubierto.
Y me gusta no alimentar mis pensamientos 
de felicidad insulsa, desgastada, edulcorada;
esa felicidad que no está donde normalmente se quiere encontrar.
Me gusta buscarla dentro de mí.

No me gusta el vacío que, a veces, 
aparece con el abandono de uno mismo,
bajo la falsedad de las expectativas.

Y sí me gusta siempre 
llegar más lejos de lo que imaginaba,
gracias al esfuerzo, a mi energía.

No me gusta el ruido del motor
que oculta el bonito silbido del viento 
que la vida me regala.
No me gustan los convencionalismos. 
Ni la gente común, la del montón.
No vine al mundo para repetir patrones. 
Odio los estereotipos,
creados por una sociedad confusa.
Doctrinas que pretenden confundirnos.
Ponernos "stops".

No me gusta que nos enseñen a vivir 
en una forma antinatura, no natural,
a obedecer sin cuestionar.
Ni que nos hagan creer que es mejor así.
Prefiero escuchar a mi cuerpo,
porque sé que nuestra propia fisiología 
dicta la vida con mayúsculas.

Odio el adoctrinamiento, 
no me gustan nada las personas que lo practican.
No quiero salvadores.
Quiero, por mi mismo, darme la luz. 
Iluminarme.

No quiero una vida en la que vivir 
no sea lo prioritario,
sobretodo si es por la culpa 
que nos han hecho sentir
al confundirnos con lo que está bien y lo que no.
¿Quién sabe lo que está bien?
¿Quién tiene que dictarlo?

No quiero una forma de proceder 
que me aleje de mi condición animal humano,
que rompa con la curiosidad infantil que me habita.

Me aburren los papeles 
que nos hemos inventado 
para ir en el día a día con el rostro serio.
Me alejo de las personas aburridas.
Me interesan las que me hacen reír.
Intento tenerlas cerca de mí.

No quiero decir "no" a la vida.
Me gusta el "sí".
Y también me gusta mucho más 
la suma que la resta.
Creo en el amor incondicional.
La no condición es la ley verdadera de la vida.

Por todo ello, 
con frecuencia me bajo del lugar en el que estoy, 
sin esperar a la parada oficial,
o me pido una excedencia. 

Quiero, a partir de ahora, 
en el tiempo que me queda,
dejarme besar por la lluvia en verano,
aunque sólo sea una metáfora en este invierno.

Necesito el agua que me refresca cada día.
Y está tan cerca de mí...
¿Por qué a veces no la veo?
En eso he tenido mucha suerte.
Me aman de verdad. 
Sin condiciones.

Mis pulmones prefieren respirar en un bosque verde, 
en el que se genere buen oxigeno.
Quiero salir del fango. 
De trato ignorado. 
De la suplica. 
De lo amargo.

Hace ya un tiempo 
que me pica el traje que llevo,
por ser un disfraz inventado, 
mal cosido, mal cuidado,
y por sentirme mal tratado.
Hace tiempo que el infinito de lo cotidiano,
tan repetido, tan mundano,
se ha girado, ha dado la vuelta del revés,
dejando de ser mi ideal,
para quedar siendo tan sólo un símbolo
que ha perdido su significado inicial, 
que ha cambiado de color,
que ya no tiene una mirada benevolente conmigo.

Y desde este nuevo estadio,
sólo quiero seguir, ...
en el camino de mi vida,
en el camino de mi SER.

PD: muy pronto podrás disfrutar, si lo quieres, de mi nuevo libro ESENCIAL.
A PARTIR DE MAYO 2024