Los arquitectos del humo
están por todas partes.
Nos han invadido.

Vivimos en una era en la que el ego
se ha convertido en un espectáculo público
y el escenario predilecto para ello
son las redes sociales.

Hay quienes no construyen, no crean,
no sudan ni arriesgan,
pero publican como si lo hicieran.
Han sustituido la autenticidad por la apariencia,
la acción por la pose, la sustancia por el filtro.
Se autoproclaman visionarios sin visión,
líderes sin seguidores, sabios sin camino recorrido.
Narran éxitos que nunca ocurrieron,
muestran vidas que no viven,
viajes que no hicieron, ...
Y pretenden alimentarse de "likes",
como si eso llenara el vacío
de no haber hecho realmente nada.

El daño no está sólo en la farsa,
sino en el ruido que generan.
Ensombrecen a quienes trabajan en silencio,
a quienes sí hacen,
a quienes caen y se vuelven a levantar,
sin necesidad de contarlo todo.
Sin ruido.

La realidad se falsea, se edita
y se vende como verdad.
Pero detrás de tantas palabras grandes,
no hay hechos, solo ecos huecos. Humo.
Y al final, el tiempo, siempre fiel,
pone a cada uno en su sitio.
Porque los fuegos artificiales deslumbran,
pero no calientan.
La verdad, tarde o temprano, emerge.
Y quienes realmente construyen,
no necesitan gritarlo:
su obra habla por ellos.