Un ‘silo’ es un gran contenedor cilíndrico utilizado en el campo para almacenar el grano tras la cosecha. Es habitual verlos en el exterior de grandes explotaciones agrícolas, agrupados en hileras, unos junto a otros. Juntos, sí, pero no revueltos, porque cada uno de estos recipientes es una unidad perfectamente aislada e independiente, de manera que su contenido no entra en ningún momento en contacto con el de los silos contiguos. Esa facultad de estanqueidad de los silos ha hecho que con frecuencia se recurra a ellos como metáfora para expresar la idea de departamentos empresariales excesivamente cerrados, una tendencia muy habitual en las grandes compañías.

Como el grano guardado en el interior de uno de esos contenedores independientes, las personas que integran las distintas áreas funcionales de las grandes empresas tienden a permanecer en su interior sin apenas relacionarse con el resto de departamentos y compañeros de la organización. O, mejor dicho, se relacionan “lo justo” e indispensable, pero nada más. Se forman así pequeños feudos o reinos de taifas, cada uno de ellos con sus propios intereses, objetivos y preocupaciones, y con muy poco o nulo interés por incrementarlos con los de los departamentos vecinos.

La organización en silos es letal para la cooperación y una de las principales causantes de los graves déficits que muchas grandes corporaciones tienen a la hora de competir en determinados proyectos, por ejemplo, en el ámbito de la innovación o la digitalización. Proyectos que, en un entorno económico y social dominado por el cambio exponencial, los avances tecnológicos y la incertidumbre, son cada vez más complejos y para los que las fórmulas tradicionales ya no son suficientes. Más bien, en este tipo de contextos lo que se necesita es un modelo de trabajo por proyectos en modo crossfuncional.

Los proyectos requieren de una orientación mucho más transversal y multifuncional, y necesitan de la aportación de profesionales procedentes de otras especialidades, departamentos e, incluso, organizaciones. El ecosistema emprendedor está muy familiarizado con estas dinámicas colaborativas y son perfectamente conocedoras de sus ventajas. Entre otras cosas, porque los emprendedores no pierden el tiempo pensando que ellos van a ser los mejores en todo y que se bastan y se sobran con sus ideas y recursos para disrumpir en su sector.

Las grandes empresas necesitan aprender a pensar también de ese modo. Y un primer paso en esa senda es acabar con sus propios silos. Derribar esos muros invisibles que impiden la comunicación fluida entre áreas y profesionales que, aunque a veces tiendan a olvidarlo, comparten logo y propósito. Aparcar rivalidades y celos absurdos y empezar ‘coopetir’ en lugar de competir. Adoptar la digitalización y las metodologías ágiles como vías de apertura al resto de la organización y al mundo.

La colaboración es, además, una poderosa herramienta de desarrollo y aprendizaje, tanto individual como colectivo. Y es que, pese al pavor que determinados individuos siguen teniendo a sacar la cabeza fuera de sus despachos, en el intercambio abierto de conocimientos y experiencias con terceros hay muy poco –o nada– que perder y mucho que ganar. Porque lo que pueda filtrarse al exterior por una rendija es insignificante comparado con lo que puede entrar en una organización que abre de par en par sus puertas a la colaboración.

Muchas veces, se intenta justificar la lentitud o la incapacidad de respuesta de las grandes empresas aludiendo a su tamaño. “Son gigantes”, se dice, y, como tales, sujetos a interminables procesos administrativos e inevitables trabas burocráticas. Pero eso no es cierto, es solo una excusa. Google, Microsoft o Amazon son compañías inmensas y no por ello dejan de ser muy ágiles y colaborativas. Y si lo han logrado es porque hace tiempo que enterraron sus silos y adoptaron una forma de trabajar mucho más transversal y abierta.

A su manera, se han convertido en las startups más grandes del mundo.

No busquemos excusas y apostemos por un modelo ágil y colaborativo.

Es mucho más productivo y rentable, además de concordar con una mentalidad digital necesaria en el modelo de relación con los mercados.

 

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